El pasado viernes 14 de noviembre celebramos el 15 aniversario de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra. Con motivo de este evento compartimos 10 ideas falsas sobre el TDAH (Trastorno por déficit de Atención e Hiperactividad) y las explicamos de forma detallada.
1) “La culpa de que el niño tenga TDAH es de los padres y su diagnóstico no es fiable”
Es un trastorno psiquiátrico del neurodesarrollo, con un origen 75% genético. Afecta el volumen, la función y la interconexión de áreas del cerebro que controlan capacidades como la atención sostenida en el tiempo, atención dividida, capacidad de distinguir lo importante de lo accesorio (priorización) e inhibición de la primera respuesta impulsiva y de las emociones. El diagnóstico de este trastorno es altamente fiable. No es culpa de los padres, no es culpa de nadie.
2) “EL TDAH es un invento, en realidad no existe”
No se trata de un trastorno nuevo, aunque el nombre ha cambiado históricamente. Desde 1987 se denomina TDAH, pero ya desde 1865 se conocía y está descrito. Entre un 2% y un 6% de la población la sufren, y sus síntomas son muy parecidos en diferentes culturas.
3) “El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad tiene síntomas leves. Estos síntomas se deben al perfeccionismo y la exigencia excesiva hacia los niños”
El TDAH no es sólo un problema de mal rendimiento escolar, está relacionado con muchas áreas de la vida del niño e impacta muy negativamente en la familia, afectando a las relaciones sociales, la autoestima, la utilización de recursos, y el tiempo disponible para otras actividades como el ocio.
4) “El TDAH solamente afecta a niños y cuando son adultos desaparece”
La falta de atención y la hiperactividad son síntomas que permanecen durante la adolescencia y posteriormente en la edad adulta, aunque algunos síntomas como la hiperactividad gruesa tienden a reducirse con la edad. La impulsividad y la inatención pueden permanecer hasta la edad adulta, y tener un impacto negativo importante.
5) “Las niñas no padecen TDAH”
El TDAH es más frecuente en varones. Es verdad que en algunas niñas puede pasar más desapercibido, porque son inatentas y tienen menos hiperactividad. También es cierto que los síntomas no se notan hasta Secundaria. Pero el TDAH es también frecuente en niñas y debe detectarse. Ser niña y tener un cociente intelectual alto son factores de riesgo para un retraso en el diagnóstico.
6) El TDAH debe tratarlo un neurólogo o un psicólogo excepto si es grave. En ese momento “ya es de psiquiatra”.
Para tratar el TDAH es fundamental un diagnóstico precoz. El primer médico que verá al niño será el pediatra. No obstante, el diagnóstico definitivo debe realizarlo un especialista en psiquiatría del niño y del adolescente, neuropediatra, psicólogo clínico o psiquiatra que sea experto en el trastorno. Este especialista debe tener experiencia en tratar niños con otros trastornos psiquiátricos, del neurodesarrollo, y que conozca bien lo que es normal a cada edad.
7) “En realidad no es una enfermedad, es una forma de ser, y no hay que medicar al niño”
Para tratar el TDAH es necesaria en primer lugar una labor de psicoeducación a los padres sobre el trastorno. También se necesita apoyo académico: en la organización de tareas y en los horarios y métodos de estudio tanto en casa como en el colegio. Generalmente, excepto en casos leves de niños preescolares, también es necesaria una medicación que mejore los déficits de neurotransmisores para algunas zonas del cerebro. En España, las medicinas aprobadas para tratar el TDAH son Metilfenidato, Lisdexanfetamina, o Atomoxetina. Cada una tiene ventajas e inconvenientes, formas de usarse, tiempos de duración, tiempo hasta que se nota la mejoría, y efectos beneficiosos y adversos un poco diferentes y específicos, que el médico debe revisar con los padres. Así podrán tomar una decisión informada sobre qué es mejor para su hijo. Los tres tipos de medicación son seguros y eficaces y tienen muchos años que apoyan su uso en niños, adolescentes y adultos.
8) “Hay otras soluciones distintas a los medicamentos”
Es conveniente desconfiar de los remedios fáciles que prometen una curación inmediata. También de aquellos remedios que no estén publicados en revistas científicas y que hablen de curaciones milagrosas. La homeopatía, las hierbas supuestamente medicinales, métodos de entrenamiento con ordenadores, escuchar tonos musicales, gafas de colores, agua magnetizada, terapia con caballos o delfines… no tienen un efecto beneficioso específico para el TDAH, aunque el niño lo puede pasar bien si lo hace.
9) “Las medicaciones que se les dan a los niños con TDAH producen adicción”
El metilfenidato y la lisdexanfetamina no produce adicción en las cantidades que se receta para hacer frente al TDAH. Sí que es cierto que en altas cantidades (megadosis) y si se toman por vías diferentes a la vía oral, podrían producir cierto efecto euforizante. La atomoxetina tampoco genera adicción. Las medicaciones del TDAH no generan adicción, a veces existe un mal uso en gente que no tiene TDAH diagnosticado y las usa pare estudia. Normalmente, en la consulta tenemos el problema contrario porque los niños y adolescentes no quieren tomar la medicación y hay que explicárselo bien. En algunas ocasiones, cuando se para el tratamiento vuelven los síntomas. Esto no quiere decir que los niños sean adictos a la medicación.
10) “Las medicaciones para el TDAH son peligrosas y hacen al niño sentirse diferente”
Las medicinas usadas para tratar el TDAH son seguras y eficaces. Los efectos adversos suelen ser leves y más frecuentes al principio, y tienen a reducirse con el tiempo. La gran mayoría de los niños tratados las toleran muy bien. Pueden bajar un poco el apetito, y a veces baja el peso, aunque esto no suele afectar el crecimiento, y en los casos en que baja mucho el peso y el niño crece un poco más despacio al principio (los primeros 2 años), la talla se recupera con el tiempo. Pueden comer algo menos al mediodía y recuperar en la merienda y la cena, por la duración del efecto de la medicación. También pueden producir insomnio inicial, tardando algo más en quedarse dormidos. Otros efectos adversos pueden ser dolor de cabeza, de estómago o incluso náuseas. Generalmente, si se presentan estos efectos de forma más intensa, a las pocas semanas tienden a mejorar. A veces hay que cambiar la medicación por los efectos adversos, aunque éstos no sean peligrosos.