TDAH, un trastorno real y también de adultos

El 4,5 % de los adultos españoles tiene trastorno por déficit de atención

Dos compañeros hablan en el trabajo:

-¿Sabes que a mi padre le han diagnosticado TDAH?

-¿Bromeas? ¿Pero eso no es un trastorno que ahora está de moda y se le diagnostica a muchos niños?

No hace muchas semanas que fui testigo de una conversación como esta. El TDAH, el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad es un trastorno del que, ciertamente, ahora parece que se habla mucho, pero de ahí a decir que se diagnostica a la ligera es traspasar el límite de la falta de respeto hacia las personas que lo tienen y conviven con él a diario, desde niños.

Sí, desde niños. En España el 7% de los niños entre seis y catorce años tiene TDAH y el trastorno afecta a un 4,5 % de los adultos, aunque muchos ni siquiera están diagnosticados.

Por tanto, si un niño puede tener TDAH un adulto también. No es raro, ni una moda. Es la diversidad humana.

El TDAH es la evidencia de un mal funcionamiento de un área concreta del cerebro, la frontal (hay algunas más, aunque esta es la más implicada), y no conlleva ningún retraso mental ni tiene nada que ver con la capacidad intelectual de la persona. Lo que ocurre es que ese mal funcionamiento de esa área del cerebro limita a la persona para realizar tareas cotidianas como organizarse, concentrarse, ir al supermercado y no morir en el intento, no olvidar nada importante en el trabajo, darse cuenta de que alguien que está detrás suyo le habla, etc. Etc. Etc.

Y estará pensando que a usted le pasa esto a veces.

Ese es el problema, que algunos de los rasgos característicos del TDAH son tan comunes y corrientes que muchos de nosotros podríamos sentirnos identificados con él. Pero no. No es lo mismo ir al súper y olvidarse algo un día que siempre venirse con media lista sin comprar o llegar a casa aturdido con las manos vacías. O sentir una inquietud interior sin causa aparente. Un malestar que le impide disfrutar de todo lo bueno que hay a su alrededor. En los adultos, la hiperactividad de la infancia suele derivar en una inquietud interna, ansiedad o incluso depresión.

Tener TDAH en esta sociedad tan sumamente competitiva y exigente resulta una mochila muy dura de llevar. A menudo las personas con TDAH se sienten incomprendidas. Como muchos de los síntomas son conductuales, es decir, afecta a la forma de ser o actuar no se percibe como algo patológico. Por eso se las suele tachar de perezosas, vagas, despistadas o de todo lo contrario, culos de mal asiento, incapaces de centrarse en algo y llevarlo a término. Y, por supuesto, es un trastorno que también afecta a los adultos. Puede llegar a ser muy limitante y dar al traste con un empleo o con la relación de pareja. Y no, no es que esté de moda, es que afortunadamente cada vez más neurólogos y psicólogos conocen el trastorno y pueden diagnosticarlo, tratarlo y mejorar la calidad de vida de las personas con TDA. He mencionado neurólogos y psicólogos. Es un trastorno neurológico, sin embargo, el sistema público de salud de algunas comunidades autónomas está derivando a estas personas a las consultas de salud mental, no al área de neurología. Y los médicos de atención primaria, menos o nada familiarizados con el problema, son reacios a recetar los tratamientos cuando el diagnóstico se ha efectuado fuera del sistema público. Medicación que sin receta ronda los 100€ mensuales casi de por vida.

En los últimos años muchos adultos están descubriendo que eso que les pasa y que atribuían a un estrés excesivo sin justificación, que ese ser despistado en grado supino, se debe al tan traído y llevado y mal explicado TDAH. Y lo descubren cuando al acudir al especialista preocupados por sus hijos, niños que no van bien en el colegio, que son torbellinos inagotables, que no pueden estarse ni diez minutos sentados y concentrados en algo, se ven como reflejados en un espejo. Y se sienten aliviados. Muy aliviados por saber por fin qué les sucede. No era que no tuvieran “voluntad” para hacer las cosas como todo el mundo. Es que no las podían hacer como todo el mundo.

Por tanto, mi llamada de atención esta semana desde el blog es una petición de respeto. Respeto hacia los niños que tienen TDAH y para los que es muy complicado desenvolverse en un sistema educativo muy poco flexible y bastante inadecuado para ellos y apoyo a sus padres. Respeto también para los adultos, hasta ahora los grandes olvidados e incomprendidos del TDAH, que durante toda su vida sin diagnóstico han tenido que llevar etiquetas desagradables a sus espaldas. El mensaje es sí, existe, es real, y lo bueno es que tiene tratamientos y cada vez mejores.