Niños con cerebros ´caprichosos´ Uno de cada cinco menores gallegos padece algún tic. Neuropediatras y psicólogos recomiendan a los padres actuar con indiferencia y comprensión para evitar empeorar el problema y dañar la autoestima de los pequeños Uno de cada cinco niños y adolescentes padece algún tic, un problema que suele desaparecer con el tiempo pero que, en ocasiones, puede esconder tras de sí procesos como el trastorno de déficit por atención con hiperactividad o el trastorno obsesivo compulsivo. Neuropediatras y psicólogos gallegos aconsejan a los padres actuar con indiferencia y comprensión para evitar poner nerviosos a los pequeños y dañar su autoestima. «Los nervios y el estrés favorecen la aparición de los tics», señalan, aunque advierten de que su origen es neurológico. El propio término tic procede de la expresión latina ‘tiquo’, que significa «caprichos del cerebro» MARÍA DE LA HUERTA | A CORUÑA Fruncir el ceño sin venir a cuento, levantar las cejas de forma exagerada y con excesiva frecuencia, parpadear con agitación y sin sentido, estallarse los nudillos de las manos una y otra vez, encogerse de hombros sin parar, repetir palabras sin ton ni son, emitir sonidos guturales de forma continuada e, incluso, proferir insultos o realizar gestos malsonantes son algunos de los tics más frecuentes. Un estudio reciente publicado en la revista Pediatric Neurology concluye que uno de cada cinco niños y adolescentes padece un trastorno de ese tipo, una cifra elevada que, sin embargo, no sorprende a médicos y psicólogos gallegos, quienes consideran que ese dato es perfectamente extrapolable a Galicia. «Los tics son un trastorno relativamente frecuente entre los menores gallegos», corrobora el neuropediatra del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) Jesús Eirís Puñal, quien asegura que, si se manifiestan de forma transitoria – aparecen puntualmente y durante menos de un año-, son un problema leve y sin repercusión funcional. «Lo malo es cuando se vuelven crónicos (se prolongan durante más de un año) y afectan al desarrollo de los pequeños. En estos casos, lo más frecuente es que los tics no vengan solos, sino que suelen ser la punta del iceberg de otros procesos, como el trastorno de déficit por atención con hiperactividad (TDAH) o el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), e incluso que nos encontremos ante una patología más compleja, como el síndrome de Tourette», señala este facultativo gallego. En cualquier caso, médicos y psicólogos gallegos recomiendan actuar con indiferencia y comprensión a padres, profesores, amigos y, en general, a todo el entorno que rodea a los pequeños que sufren tics. «Hay que tener en cuenta que si un niño parpadea con frecuencia, se estalla los nudillos sin parar o levanta los hombros cada dos por tres no lo hace para molestar. Lo mejor es no prestar demasiada atención a este tipo de actitudes. Si se regaña al pequeño, lo único que se va a conseguir es dañar su autoestima, ponerlo más nervioso y hacer que el problema, en consecuencia, vaya a más», sostiene el especialista de la Sección de Psicología Clínica del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia (COP-Galicia) Manuel Castro Bouzas, quien insiste en que «la reacción del medio» suele determinar la evolución de los tics. «Los tics suelen aparecer y se agudizan ante situaciones que generan nerviosismo o tensión. Por eso lo habitual es que se empiecen a manifestar en torno a los 5 o 6 años, que es cuando los niños inician el colegio, e incluso en la adolescencia, al interaccionar más con personas de sexo contrario», apunta el especialista del COP-Galicia. Base neurológica El doctor Eirís Puñal coincide con Manuel Castro Bouzas en que los nervios y el estrés favorecen la aparición de los tics, aunque asegura que ese tipo de trastornos no son meramente psicológicos, sino que tienen una base neurológica. «Los tics no surgen porque, de repente, un niño se ponga muy nervioso. Su origen es neurológico, y se producen por una alteración de los ganglios basales que da lugar a desequilibrios en neurotransmisores cerebrales como la dopamina», sostiene el neuropediatra del CHUS, e incide: «Las situaciones de nerviosismo y tensión no son la causa en sí misma de los tics, sino más bien el factor desencadenante», remarca. Una idea reforzada por el propio término ‘tic’, procedente de la expresión latina tiquo, que significa, precisamente, «caprichos del cerebro». Este especialista destaca, además, que los tics son uno de los pocos trastornos del movimiento autoreproducibles por quienes los padecen. «Si a un niño le dices ‘enséñame que es eso que haces’, lo hará sin problema y, si se lo propone, también será capaz de contener el movimiento aunque, eso sí, durante un corto periodo de tiempo», indica Eirís Puñal, quien sostiene que los tics necesitan tratamiento farmacológico -a base de neurolépticos- «cuando producen espasmos tan violentos que pueden llegar a provocar contracturas», o si quienes los padecen sufren el anteriormente mencionado síndrome de Tourette o simplemente si, en casos extremos, llegan a afectar a la vida cotidiana de los pequeños. De ahí que, aunque médicos y psicólogos gallegos recomienden a padres, profesores y al entorno en general de los niños convivir con paciencia y normalidad con los tics, también instan observar su evolución. No obstante, los especialistas gallegos insisten en llamar a la tranquilidad ya que, recuerdan, alrededor del 70% de los casos suelen desaparecer por sí solos antes de los pequeños cumplan los 17 años.