Cómo establecer límites a hijos adolescentes con TDAH

Son numerosos los padres que acuden a personal especializado en búsqueda de soluciones especificas para afrontar determinados comportamientos o situaciones en el hogar, que pueden saberse disruptivos, en sus hijos adolescentes con TDAH.

Al establecer un sistema de límites y normas deberemos tener claros una serie de aspectos relevantes y necesarios para que su puesta en práctica cumpla el objetivo deseado.

Claras y estables: las normas y los límites que se establezcan podrán ser asumidas mejor si perduran en el tiempo y son sencillas de aplicar. La importancia de que se mantengan radica básicamente en no tirar la toalla. Va a ser, por lo general, un periodo de trabajo, en el que los padres deberán esforzarse por controlar ciertas conductas, dejar de hacer cosas e ir cediendo esas tareas a los hijos. Para que llegue el momento en que las normas y los límites hayan sido asumidos e interiorizados, los padres son los primeros que han tenido que perseverar en su funcionamiento.

Realistas: deben estar ajustadas a las posibilidades reales del adolescente. No podemos exigir por encima de sus posibilidades, porque es evidente que no será capaz de llevarlas a cabo, lo que provocará un rechazo absoluto de esa norma y mayor nivel de frustración.

Pocas: si pretendemos abarcar mucho de una sola tirada, no vamos a conseguir nada. Mejor ir aumentando de manera gradual a medida que se vayan consiguiendo las impuestas anteriormente.

Consecuencias: las consecuencias deben ser ajustadas a la norma y ocurrir de manera inmediata a la conducta no deseada. De esa forma relacionaremos directamente la mala conducta con su correspondiente consecuencia.
Es evidente que normas y límites claros son necesarios para cualquier niño y adolescente como medio para crecer y desarrollarse, incluidos los que padecen TDAH.

Los padres no deben actuar como perros guardianes de sus hijos, sino ser marco de referencia desde la función educativa que deben desarrollar, estableciendo límites y normas y aplicando las correspondientes consecuencias, sin perder de vista la función afectiva que deben desempeñar, proporcionando amor y comprensión incondicionales y ejerciendo lo que se denomina nutrición emocional.

Los límites deben ser definidos, mantenidos y regulados por ambos padres. Será de vital importancia que padre y madre tomen la misma postura ante cualquier tema, situación, conflicto o problema. La unidad y cohesión de los padres ante el hijo es primordial para transmitir una actitud de seguridad y no de contradicción.

Al establecerlos tendremos en cuenta lo que el hijo adolescente desea, siendo flexibles, pero en ningún momento es aconsejable negociar con ellos, ya que padres e hijos no son iguales desde una perspectiva de jerarquía y responsabilidad.

A la hora de establecer normas, no podemos olvidar que estas han de ser limitadas, priorizando las importantes y dejando de lado las de escasa importancia. De esta forma no haremos del día a día una lucha constante ni tendremos que «estar encima de ellos» habitualmente, lo que provoca una posición a la defensiva en nuestros hijos y no mayor responsabilidad.

Llevar a cabo una identificación de las responsabilidades del adolescente es una manera de evitar conflictos. Poner por escrito las 2 ó 3 normas que se establezcan, acompañadas de sus respectivas consecuencias, podrá evitar discusiones constantes y mejorar las relaciones entre padres e hijos. Cuando establecemos estas normas, no podemos ni debemos seguir repitiendo, insistiendo y sermoneando sobre ellas, ya que una vez que el adolescente las conoce, tanto las normas como las consecuencias, debe ser él mismo el que se autorregule para llevarlas a cabo, eliminando así los padres una responsabilidad propia que no era tal, ya que era competencia de los hijos «estar pendientes» de esas normas.