Cuando llevamos a cabo una terapia con adolescentes con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), hay que tener en cuenta las ventajas de las terapias de grupo frente a las terapias individualizas. En este tipo de terapias, podemos reunir a diferentes adolecentes con características similares en aspectos nucleares del trastorno, pero con contextos y peculiaridades diferentes asociadas principalmente a su entorno.
¿Qué tienen en común?
Las manifestaciones que comparten los adolescentes que nos encontramos en terapia a la hora de plantear dinámicas de trabajo o diálogo son:
– No asumir sus limitaciones.
– Distorsionar o minimizar sus dificultades.
– Negación o minimización de sus conductas problemáticas.
– Respuestas herméticas y poco elaboradas.
– Desinterés por las explicaciones o razones que sostienen sus comportamientos.
– Falta de implicación e interés por los problemas de los demás.
– Falta de actitud empática hacia los demás.
– Dejadez a la hora de expresarse.
– Dificultad en el reconocimiento e identificación de sus emociones.
– No pedir ayuda o no identificar situaciones de necesidad.
– Falta de actitud de escucha activa.
– Conformismo.
Falta o ausencia en el reconocimiento de sus dificultades y de adhesión a la terapia
La mayoría de los adolescentes con TDAH que comienzan una terapia o inician una intervención psicopedagógica o psicología es, a demanda de sus padres. Cuando la situación se vuelve difícil de manejar en el hogar y en el plano académico, los padres recurren a apoyos externos profesionales.
Cuando los padres plantean las dificultades, déficits, conductas problemáticas, actitudes negativas, condutas antisociales y oposicionistas y necesidades específicas de sus hijos, éstos tienden a negar o minimizar tales comportamientos, excusan su conducta, o no se reconocen en esas descripciones.
Esta negación inicial del problema y de las necesidades, plantea un marco difícil de terapia, donde, la falta de participación y la necesidad de verificar los datos tienden a ser una constante en las primeras sesiones.
Otro factor importante a la hora de rechazar la terapia es evitar el etiquetaje. Ellos mismos verbalizan no querer sentirse diferentes, `enfermos´ o tener que necesitar ayuda, y es por ésto, por lo que no quieren acudir a ningún profesional.
«¿Por qué crees que estás aquí?»
La queja más común de los adolescentes en la terapia, es la de `yo no debería estar aquí, `porque a mí no me pasa nada`. No identifican en su conducta problema alguno, achacando a su entorno la exageración del problema. Tienden a normalizar aquello que resulta llamativo, escudándose en el comportamiento general adolescente, sin reparar en el impacto que tienen sus acciones sobre la familia, los amigos, los profesores y ellos mismos.
Esta dificultad a la hora de reconocer que son el foco del problema de la situación actual, se traduce en ausencia de culpa y responsabilidad, falta de empatía, y por tanto falta de implicación en su proceso terapéutico.
Este comportamiento es muy frecuente, por lo que los padres no deben tirar la toalla por no evidenciar una mejoría temprana de la terapia.
Lo principal es trabajar sobre la psicoeducación: qué es el TDAH, cómo se manifiesta el TDAH,qué relación existe entre la conducta y los resultados, qué dificultades y problemas específicos presenta cada caso. Las explicaciones a través de videos, formatos interactivos, foros de frecuentas y auto-investigación hacen que los adolescentes se acerquen de una forma menos formal a su trastorno.
Durante la terapia, a medida que van comprobando que las excusas de su comportamiento no resultan válidas, el problema se mantiene a pesar de introducir modificaciones en el entorno, y la falta de esfuerzo se correlaciona con malos resultados académicos y conflictos interpersonales. De esta forma, se les va haciendo ver su grado de responsabilidad en que el problema tome otra dirección a través del planteamiento de alternativas a su conducta. El trabajo desde la motivación, una actitud positiva en el enfoque de trabajo y dotar de participación son elementos esencia para favorecer el cambio de actitud de los adolescentes hacia la terapia.
Problemas en la adhesión al tratamiento farmacológico
Los adolescentes requieren a veces de supervisión y control sobre su propio tratamiento farmacológico. A pesar de ser autónomos y responsables sobre determinados aspectos de su día a día, la medicación es un factor que requiere de vigilancia por parte de los padres. Al igual que no reconocen los beneficios de las intervenciones cognitivo-conductuales, o del apoyo de los profesionales que trabajan con ellos, en ocasiones no identifican los beneficios de los fármacos. Por el contrario, se quejan de que no aprecian estos beneficios, de que les deja más planos afectivamente, se vuelven menos espontáneos, e incluso de que tomando la medicación les limita más el ocio, ya que no pueden combinarlo con alcohol. Aun así algunos casos, tienen problemas por llevar a cabo está práctica, lo que tiene efectos muy negativos sobre su salud. Para evitar estas consecuencias, interrumpen unilateralmente la toma del tratamiento en función de sus necesidades y actividades llegando incluso a ocultar su toma, mentir o tirarlo.
Es necesario trabajar a través de la psicoeducación, la adhesión al tratamiento farmacológico. Explicando los riesgos de interrumpir la tomas, los beneficios que tiene a nivel académico e intelectual, los beneficios sobre la regulación de la conducta y las emociones y los efectos secundarios negativos y cómo combatirlos.
Es importante hacerles partícipes y responsables sobre su medicación: `¿qué sientes cuando lo tomas?` ¿Cuándo aprobaste el último examen habías tomado medicación?`, `¿cuándo suspendiste el examen habías tomado la medicación?`, `vamos a intentar analizar otros motivos por el que te sientas nervioso?que no sea por tomar la medicación`, `¿notas cuando no tomas la medicación que estás más irascible?`. De esta forma el adolescente empieza a ser consciente de efecto que tiene sobre el fármaco en los momentos que respeta o no respeta su toma, al tiempo que se trabaja la autonomía sobre sus tareas.
Barreras en la comunicación
Otro aspecto que dificulta la evolución de la terapia, es la comunicación. Los adolescentes tienen dificultades a la hora de expresar lo que sienten, a reconocer sus emociones, a describir su estado emocional o a identificar las causas que les generan malestar, sufrimiento o frustración. Esto hace que se muestren reticentes a la hora de hablar de sí mismos o de sus problemas.
El sentido del ridículo, muy acusado en este rango de edad, les provoco rechazo a contar y compartir sus experiencias, o a veces la propia negativa y rechazo a la terapia hace que se nieguen a colaborar.
¿Cómo romper las barreras de la comunicación?
Trabajar en grupos desde un enfoque lúdico, natural y cómodo, evitando los juicios y mostrando una actitud comprensiva y empática.
El terapeuta debe entender la situación por la que atraviesa el adolescente, su carencia de habilidades resolutivas y sus limitaciones a la hora de expresarse, por lo que no se debe nunca presionar o culpabilizar de una forma inquisidora. Para favorecer que el adolescente hable y analice su situación se deben plantear preguntas como `y por qué?`, de cara a escuchar cuales son los motivos que le han llevado a actuar de esa forma. Respetar los tiempo de cada uno, así como las características personales (que sea una persona más o menos tímida, agresiva, más o menos expresiva) ayuda a que el adolecente se sienta más seguro a la hora de abrirse y participar dela terapia. Fomentar la comprensión y el apoyo del resto de los miembros del grupo como coterapeutas servirá para que todos se sientan un poco partícipes de ayudar a los demás además de recibir ayuda.