Entender las emociones del alumno TDAH para educarle mejor

Carmen Castelló Tardajos. Pedagoga Directora del Colegio Areteia

Cuando hablamos de las dificultades del alumno TDAH/TDA solemos pensar principalmente en sus déficits en las Funciones Ejecutivas: sus dificultades para la organización y planificación, en el autocontrol y la autorregulación, en el manejo de la atención, las dificultades conductuales. Afortunadamente cada vez hay más programas de intervención, aplicados a los distintos ámbitos de acción e intervención educativa, con el objeto de atender estos déficits.

Frecuentemente nos olvidamos de la inmadurez emocional que estos niños tienen y la vulnerabilidad que manifiestan. Para ello es bueno una intervención psicoeducativa que les permita percibir mejor la interacción con su medio (padres, profesores, compañeros) y aprendan a manejar las emociones que esta interacción les producen.

Para que los programas específicos y las estrategias en el aula sean efectivas, no debemos olvidar la importancia decisiva que tiene la implicación del propio sujeto en su propio proceso de evolución. Un magnífico programa es ineficaz sino engancha con las ganas de progresar de nuestro alumno hiperactivo. Para llegar a que sienta ganas de progresar debemos partir de dos aspectos fundamentales: que él sienta que el programa o estrategia es buena para él, porque le va a ayudar; y que quiera ponerse en marcha para evolucionar (que piense y sienta que puede alcanzar metas).

El niño hiperactivo tiene una historia que va cargada de esa visión de muchas personas cercanas (padres, profesores y compañeros) que con sus expresiones, gestos, actos? le transmiten ese «lo haces mal», sin que él comprenda qué ha hecho mal.

La colaboración que muestra ante un estupendo programa o estrategia está en función de la sinergia que las personas que lo apliquen sean capaces de crear en él. Es por esto que, inicialmente, su colaboración no es buena ante aquello que le diferencia. No olvidemos que, poco a poco, va cargando su mochila de frustración, de resentimiento, de apatía, de falta de ilusión por progresar.

Entender las emociones que fluyen en los niños hiperactivos es fundamental para facilitarles su deseo de mejora. Las emociones pueden ser positivas (se estimulan con gestos positivos pequeños que perciban en el profesor, en sus padres, en sus hermanos, en sus amigos), pero también son más sensibles que otros niños a captar en sus personas cercanas gestos, palabras, tonos, que les trasmiten una emoción negativa

Pongamos algún ejemplo:

Julio es un alumno hiperactivo que realiza 1º de la ESO, está en clase de Sociales. Su profesora está explicando el tema y Julio, como siempre y a pesar de estar en la primera fila, está pendiente de todo lo que pasa a su lado y de lo que pasa por detrás, levanta la mano y hace una pregunta incoherente con la explicación. La profesora enfadada le dice: -«Julio, acabo de explicar lo que me preguntas, no estás atendiendo nada, no sé qué hacer contigo, no sirve de nada que te coloque en la primera fila». Julio sorprendido responde: «Pero si estoy atendiendo». Su respuesta agudiza más el enfado de la profesora.

Analicemos su estilo atencional.

Julio es capaz de estar en varias cosas a la vez en muy poco tiempo: puede prestar su atención al color de las zapatillas de un compañero, al gesto de otro, a los pendientes que lleva la profesora, a lo que escribe ésta en la pizarra, recordar lo que tiene que decir a una compañera en el recreo y llevar su curiosidad a lo que le ha puesto su madre de bocadillo. Pero Julio es incapaz de priorizar estos focos atencionales y concentrarse en uno que le viene impuesto. Por tanto, a veces nos sorprende porque se entera, pero en otras ocasiones pasa por él información que oye, pero no escucha

Para él atender es estar pendiente de todo porque es lo que lleva haciendo toda la vida, es su estilo de atención. Cuando él responde a la profesora «Estoy atendiendo» no lo dice por justificarse, lo dice porque lo siente, él está atendiendo según su estilo y capacidad de atención. No conoce el estilo de atención que otros tienen, ni la atención que se espera de él.

Analicemos su discurso lingüístico.

Julio, colocado en primera fila, ha hecho lo que le dice su padre que haga: preguntar lo que no entiende. Ha preguntado a destiempo, porque para preguntar a tiempo es preciso mantener una interacción cognitiva estímulo- respuesta y esto él no lo puede mantener en el tiempo, recibe flashes que ajusta como puede porque ha adquirido la habilidad de unirlos con imaginación para salir airoso en las distintas situaciones, en algunas ocasiones le sale bien, y en otras, fatal.

Una estrategia sólo es válida si el alumno la integra como una oportunidad.

La profesora ha colocado a Julio en primera fila con la buena intención de ayudarle. Ella piensa que así le va a tener más cerca y él se va a enterar mejor, lo acordó con su padre en la tutoría. Al llegar a clase el día siguiente de la tutoría entró por la puerta y lo primero que hizo fue cambiarle de sitio, según lo acordado con sus padres. Le dijo: «Julio cámbiate de sitio, ponte en primera fila a ver si así te enteras más». Julio no entendió que había hecho para separarle de su amigo y, además, según él en el sitio actual «se entera». Julio se siente castigado y no sabe lo que ha hecho. No recibe bien la estrategia

Analicemos cómo fluyen sus emociones.

Julio tenía la intención de hacerlo bien, pero siente que nunca acierta. Se siente fatal, sobre todo cuando la profesora le dice delante de todos sus compañeros: «No sé qué voy a hacer contigo». No deja de pensar en que le tiene manía, está triste, enfadado. Y para colmo su amigo le ha insultado en el patio y casi se pegan.

El ejemplo que hemos puesto es un pequeño incidente en el día a día de un hiperactivo.